Tu presencia causó el movimiento
de las células muertas,
cuando ya pensaba que el fuego
no ardería sólo con aire.
Tus palabras de insomnio
entraron por mi boca intrépida
y no quisieron hablar nada más
hacia adentro ni hacia afuera.
Perdí tantos sentidos
venciendo al cuerpo.
Ni sordo, ciego ó mudo,
el fulgor se escapa del gusto.
Qué riesgo o vergüenza
de hacer promesas,
la conquista irracional
no iba al caso.
Aún cuando tu semblante
cambiaba mientras yo reía
no bastaban los cortejos
para darte significado.
Si tus ojos son espejos
lo último que quise
fue invadirlos con el reflejo
de un perro muerto.
martes, mayo 12, 2009
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