miércoles, junio 03, 2009

amanecí

Amanecí con unas ganas de testamento
que aseguro que hoy no soy yo mismo,
dejé las balas del comedor en un plato,
servidas al frío escozor de la venganza.

El desdeñado silbido de las piedras
despide los juegos de los amantes,
sorteados los peligros en una copa,
los vestidos tendrán más ocupantes.

El viento se llevará lejos sus canas,
el amor para variar quedará sin cama
en el reflujo sangriento de los culpables,
el famoso hazmereir de hienas.

La dirección en la que apunta la mira
no es el tan esperanzado Norte,
ni menos tus pechos enflaquecidos,
son sólo el cielo, el suelo, el miedo y el olvido.

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