Los relojes se adelantaron anoche mientras yo dormía
y hoy llegué atrasado al cuerpo, llegué atrasado al "amo",
no llegué a las despedidas y tampoco al llanto.
Limpiaron las calles con los nombres del futuro
y todos los recuerdos tomaron desayuno sin despedirse.
Porque los colores que ponían honesto al dolor
se guardaron en los ojos daltónicos del orgullo.
La mañana vacía, desolando los dormitorios,
y arriba un niño llorando y abajo otro también.
Es la luna ausente la que deja los pies hinchados
cuando el perro guacho se da cuenta de que está solo.
Corre la viuda maltratada extrañando los golpes
por querer sentir otra vez un poco de su hombre.
Es el vestido blanco juventud frente al tiempo
tirando los momentos uno a uno al fuego.
Son el niño, el hombre y el viejo,
son la pena, el orgullo y el tiempo.
Caminaron mis pies hacia su casa
y se encontraron con la misma calle
que recorren cada vez que algo les duele.
miércoles, octubre 21, 2009
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