Acordarme de ti
es acordarme de que no tengo tiempo,
de que me miro en el espejo y no me veo.
Creí saber quién era aquel rostro derretido
de las palabras que cantaba el mar,
cuando él roncaba y yo dormía
manteniendo una cruz en los ojos,
forcejeando la herradura de mi paladar
en un trasquilar tan moribundo.
Lanzé esa piedra al río pero me rompió los dientes,
arrugué el dibujo sincero de un poema
y en él encontré un lo siento,
porque la luna nunca tendrá dueño
algunos gatos jamás vuelven a casa.
Todos los caminos me invitan a caminar
sobre sus piedras habrientas de rodillas,
con esas pozas sin cielo,
por esos túneles de eternos inviernos.
La montaña se viene encima,
dejé mis uñas en el muro de un motel vacío,
las cosas que dicen los versos de un epitafio
no son lo que se cree, cuando el "nó" es un tugurio
y el "sí" el espejo de la peor amante.
lunes, septiembre 28, 2009
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