Me dijieron que era mejor callarse, seguir adelante.
Acordarse, pero sin hambre.
Yo hice caso, a medias.
Madrugé para sonreirle al gallo
al reflejo que se ve al mirar rapidamente
hacia atrás.
Me saqué los lunares y tu imagen de niña
a punta de pinza y escapelo.
Hasta que intercambié los ojos
con la muerte y con tu padre.
Sin hambre, sin estómago, sin sangre.
Nunca había odiado a nadie.
viernes, abril 10, 2009
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