jueves, enero 15, 2015

Tristemente fue



He visto la muerte en mis manos
mirarme desde un animal herido
y con la intimidad de una pareja
llevarse la piel bajo la tierra.
Anochece en mi corazón esta tarde cansina,
tiritando se van las luces que vi alguna vez
y que guardé como luciérnagas en un frasco
en esa botella enorme que es mi alma,
donde aún escondo los barcos de papel
las calles y los muelles.
Pareciera que olvido algo
en este círculo de caídas
pero sigo rodando cuesta abajo,
tomando el vuelo de los suicidas,
como la última comida de mi madre.
Y acaso no corté las estrellas
para hacerlas mías,
sentado aquí en el árbol triste,
pensando en las certezas,
cubriéndome de cenizas,
para que no me encuentre
el perdón de los animales ciegos
y lleguen hasta aquí mis culpas indómitas
perseguidas por el sueño
que a medias tambalea por la noche azul,
con mi cabeza en una mano
y mi corazón en la otra.
Si me vuelvo carne y flama
corriendo a todo andar por las azoteas
y en mi vuelo un árbol se cruza de manos,
mirándome con tedio de nube negra;
voy y me vomito a mi mismo,
me doy vuelta el cuero,
me saco la sangre y la cambio por vino,
tiro a la basura el corazón
y nunca más miro hacia atrás
para decirme en los espejos,
que todo el desierto está en mis ojos
que él amor es un oasis
que con el tiempo es espejismo.
Y el rugir de las praderas lejanas
vienen silbando en mis heridas,
tus palabras aún más lejanas,
y resuenan en mi pecho de caracola.
que brota por mis dedos como raíces,
como mantos de momentos y siluetas
que hacen flamear mi espina al sol
y convertir mi cráneo en una copa
donde el resto disfruta mis dolores
que deben ser como los suyos,
pero son míos clavados en la arena
tomando el vuelo de los muertos,
tomando tristemente
lo que fue.

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