martes, abril 13, 2010

tierra adentro

Y entonces las luciérnagas se pensaron faroles del campo
y vieron a los niños hacerse hombres en la rivera,
a los perros perderse unos a otros y a todas las casas roncando.
El toro abrió la noche arrastrando el sol para darle de comer
al ferroviario y a también a los destinos del vapor en riel.
Cuentos de que ya están de vuelta los primogénitos
del labrador que desaparecieron en dictadura.
La tetera está viva de acompañamientos,
al igual que los bastones que se han convertido en cuadros,
a ausencia de abuelos
o a exceso de enfermedades incubadas por el abandono.
Quedan unos cuantos niños y la mitad de sueños,
la fantasía no es un sueño,
es sólo una ventana por la que el resignado a veces mira
para verse a sí mismo viviendo las vidas que no alcanzó a soñar.
Avanza la carretilla en el sendero, parando a meter la mano en los panales,
en el hacha y en el frío.
Arde luego la cocina,
se juntan las edades por favor de la rutina
o por orden de hábito familiar,
el mate con o sin azúcar, el pan con sal y aceite o mantequilla.
Y entonces se hace el día en el gallinero, en los muebles, en las manos.
El gato roba su pedazo y corre.
La madre tres o cuatro al hombro mira por la ventana,
afuera llueve pero está saliendo el sol.

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