El tranvía me está enloqueciendo
mírame la cara estoy envejeciendo
con los rieles curtiendo la sal
de mis ataduras.
Las manos de tu madre
son madera quemada
en la llamas del sacrificio
y no te rías con un llanto
ven y dime que es extraño
sonreír sin que te duela.
Almacenando en su memoria gráfica
de falsedades y virtudes
cuáles hunden
cuáles traen los cabales
de la sobria humanidad.
Pobres corazones
amortiguando la pena
censurando la herramienta
divisora de los pasos.
Son los puños tierrados
de la santiduría anestesia
desde frente hasta escondite
reja candado y tu mente.
Cuánto cuesta el que cuesta
y por qué cuesta lo que cuesta
el que no tiene precio.
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